Creo de verdad en el arte; me ha enseñado a ser mejor persona.
Jeff Koons
En los 80s fue corredor de bolsa en Wall Street; pronto ve oportunidades de hacer más dinero con sus obras de arte y monta un taller donde 30 personas trabajan realizando sus proyectos.
Conoce a la perfección las mañas de empresario especulador y lo que no maneja bien, pues contrata a una agencia de publicidad (por primera vez en la historia del arte) para que además le maneje su imagen pública y el mercadeo de sus esculturas y montajes fotográficos.
Es considerado una artista kitsch (el arte del mal gusto); toma objetos de la vida cotidiana de la clase media y los sobredimensiona hasta casi caer en el absurdo, como los perritos de globos que hacen los payasos en las ferias. Eso sí, trabajados exquisitamente, para que las superficies sean lisas y brillantes. Koons le vende a importantes coleccionistas en millones de dólares cada escultura; deben estar en perfectas condiciones, a como un contratista le entregaría un edificio a Donald Trump.
Si el payaso hace el perro globito por un dólar en las ferias, y Koons toma el mismo concepto, lo magnifica, y lo vende en 5 millones de dólares, ¿cuál es la diferencia entre el payaso y el artista? ¿5 millones de dólares?
A veces copia descaradamente de obras maestras o de artistas no tan reconocidos y hace sus monumentales obras; ha sido demandado varias veces por plagio, con lo cual se hace otra comparación en el mundo del arte: cuándo es un homenaje a un artista admirado y cuándo un simple plagio.
Es el artista mejor pagado del planeta; sus exposiciones atraen a millones de personas en los mejores museos del mundo. Los críticos de arte serios lo destripan en sus artículos en las revistas de arte, y él sigue hacia delante con su industria artística: capitalismo salvaje en acción. Tal vez dentro de 100 años sea un artista completamente olvidado, pero ahora es el más reconocido en el mundo y mueve millones de dólares: el sueño americano.
Creo que cualquiera artista estaría feliz de que sus obras valieran tantísimo y no preocuparse de nada más que de producir y abastecer a los prestigiosos museos, galerías y mansiones de los ricos y famosos, convirtiéndolas en un emporio, en una marca reconocible para la gran mayoría. Koons, con su sonrisa sempiterna en el rostro, nos dice que no nos muramos de envidia: él llegó primero, sobrevivió al exceso de los 80s y 90s, y sigue aquí, cada vez más rico y reconocido. Jeff Koons llegó para quedarse. Amén.
Me gusta mucho este nuevo espacio, nos permite educarnos con artículos de calidad. Gracias Carlos Tapia por estos dos artículos.??
Muchas Gracias Sary, se lo comentaremos a Carlos Tapia… Acuérdese que para seguirlo recibiendo, tiene que registrarseMuchas saludes!